HOY Valdepeñas > Editorial > La estafa de plástico. Aunque la mona se vista de seda

La estafa de plástico. Aunque la mona se vista de seda

Actualizado 23.03.2024

 

Vivir en un país como España, da igual si eres español o extranjero, no es fácil. Nos lo venden como un paraíso para las oportunidades, la imaginación y el ingenio, y así es, solo que los únicos ocurrentes son los estafadores que ponen nombre de banco a sus desmanes.
Atracar a mano armada para comer, es un delito en España, y así debe ser, por supuesto. Otra cosa es pensar que debería cumplir más condena quien obliga a gente normal a tirarse a la calle a cometer delitos para llevar un trozo de pan a la mesa que ocupan sus hijos hambrientos.
En este país, al que me cuesta trabajo llamar España por el dolor que me produce y la pena que me da, es muy difícil ser honrado. Pero aún así, hay gente que lucha cada día, se levanta y se sacrifica con la mirada de esperanza puesta en un futuro que parece no llegar nunca.
Asistimos a diario al desahucio de familias sin recursos, por el grave delito de tener que elegir entre comer o pagar una hipoteca, pero pasamos de largo ante “profesionales” avispados que solo veían engordar sus comisiones por contrato de crédito. Poco importaba que en su fuero interno supieran de antemano que, antes o después, los firmantes de aquella “ganga” se iban a ver en la calle, bien porque sus puestos de trabajo eran inestables o bien porque sus sueldos eran demasiado previsibles mientras que la balanza de índices en los que se basa la concesión del crédito y los intereses con que nos castigan era, y es, un movimiento inestable y explosivo que siempre sube más que nuestro poder adquisitivo.
El Estado acota las subidas de salario para sus funcionarios, congelándolos en la miseria, mientras deja que los bancos cometan desmanes que un país civilizado que gozara de una verdadera Justicia, con mayúsculas, castigaría con la cárcel sin dudarlo.
Pero si hay una práctica bancaria injusta, usurera, basada en el latrocinio consentido y que destroza la economía familiar de miles de hogares es, sin lugar a dudas, la tarjeta de crédito. Dinero falso y tramposo que nos arrastra a la ruina. Dinero falso y estafador que nos hacen firmar con promesas de que es un mero trámite, como lo eran las preferentes o las hipotecas. Tarjetas para las que firmas unas condiciones determinadas, para una cantidad determinada, que te cambian a su antojo sin más protocolo que mirarse la entrepierna porque de allí mismo les sale.
Caso ejemplarizante podría ser cualquiera, porque la historia no cambia con el nombre del banco,, que tras décadas de estafas legales y continuadas se vio “castigada” con el premio del rescate. Ladrones enmascarados detrás de una corbata que tienen los cojones de penalizar los atrasos en los pagos de cuota con cantidades que rozan el esperpento, mientras ellos utilizan el dinero del rescate para finiquitar e indemnizar a los mamporreros que han llevado a sus entidades hasta el borde de un precipicio al que pretenden arrastrarnos a todos.
La obligación de un gestor de banca debería ser, no solo preocuparse por no llevar la entidad a la ruina, si no tratar de aconsejar a personas que no sabemos sobre la mejor opción para elegir un crédito o una tarjeta que se ajuste a nuestras posibilidades de pago, al mismo tiempo que deberían valorar la posibilidad de que en algún momento suframos una racha que nos dificulte cumplir con los plazos, o con la totalidad de los pagos. La respuesta de la banca no puede ser siempre la misma, atacar al débil, porque además es una víctima de sus engaños, no un mal pagador, aunque también los haya. Condenar a una familia a la infamia de tener que rogar para poder seguir viviendo con dignidad es una infamia impropia de un país que presume de ser civilizado.
Ayer pudo ser Bankia concretamente, y como Bankia imagino que el resto de los piratas del mundo financiero, que ofrecen tarjetas que promocionan como auténtica ganga, con la misma estrategia comercial que usaron para colocar las preferentes a gente con escasa formación o hipotecas millonarias a familias de recursos hasta entonces limitados. Tras la firma, con unas condiciones concretas que se pactan entre ambos, o eso nos hacen creer, Bankia, o cualquier otro, se reserva el “derecho” de ampliar tu crédito disponible si así lo considera necesario. Ya está en marcha la estafa, la infamia, el robo y la traición, porque todo eso lo hacen aprovechándose de la confianza que el cliente deposita en quien piensa que vela por sus intereses. Cuando te pases de la cantidad pactada habrá comenzado un auténtico infierno de difícil solución,  un infierno del que solo eres responsable por haber confiado a quien pensabas que era honesto, pero te equivocaste.
Tu infierno hará que tengas que tomar la decisión de dar de comer a tus hijos, pagar tu casa, la luz, el gas… o atender las amenazas de quien de pasará al cobro una cantidad que supera con creces lo pactado porque alguien aumentó tu límite sin preguntarte, sin avisarte de que al mes siguiente tu cuota se multiplicaría hasta el infinito. Así un mes, y otro, hasta ponerte entre la espada y la pared. Entidades como Bankia o cualquiera de las piratas del entorno bancario debería facilitar la recuperación económica, no ahogar aún más a las personas que deben hacerla posible. Mientras para las cúpulas directivas del sector bancario importen más los números que las personas, no conseguiremos nada. Mientras a esos “amables” cajeros que nos atienden con una sonrisa forzada desde el otro lado de un cristal, o en sus mesas de trabajo, les importe más la palmadita en la espalda de su amo agradecido que la mirada de gratitud de una persona a la que han ayudado a seguir adelante, no conseguiremos nada. 
Quizás la deuda sea nuestra, pero sin lugar a dudas, la culpa es vuestra. Asumir vuestra responsabilidad, para que podamos cumplir la nuestra.